
Erasmo de Rotterdam solía decir que los hombres más felices son los que consiguen abstenerse por completo de todo trato con el saber y se gobiernan únicamente por los dictados de la naturaleza. Un pensamiento muy adecuado para nuestros políticos criollos, la “casta” como diría Milei, que de acomodo en acomodo ha logrado mantenerse, a nuestro costo, con una vida muy confortable desde hace más de 30 años.
En buen romance da la impresión que lo primero es conservar la “pega” y luego vendrán los otros beneficios. Baste recordar aquel inefable senador que cuando se terminó con las reelecciones, que en realidad no lo fueron, porque los diputados se convirtieron en senadores y estos en diputados, construyó la admirable frase “Y ahora ¿en qué voy a trabajar?”.
En Chile el voto era legalmente obligatorio, aunque en realidad esa imposición no era muy considerada por la ciudadanía, algo aburrida de ver las mismas caras cada cuatro, seis y ocho años. En vista de eso y sacándole punta al lápiz, la casta decidió que lo mejor era consagrar el voto voluntario. De sopetón descubrieron que votar es un derecho y no un deber; obligar es propio de las dictaduras se oyó decir a ciertos honorables.
Con el voto voluntario, se desarmó el tinglado y a los centros de votación comenzó a ir menos gente que a un partido de rayuela y los candidatos (los mismos) salían elegidos con lo que se denominó los “votos propina”. Quizás el ejemplo más significativo fue que la candidata de la izquierda en las primarias para Alcalde en Providencia, fue electa con el 0.88% del electorado comunal, es decir con un número que “raspando” le daría para Concejal, pidiendo disculpas por ser tan tradicional y no inclusivo.
En consecuencia, había que cambiar la ecuación y la casta no encontró nada mejor que volver al voto obligatorio, pero esta vez con sanciones, el que no votaba se le aplicaba una multa y si no pagaba la multa, a la cárcel. Desconozco si alguien de los que no votó fue a caer en cana.
Otra vez resurgió el problema, un diputado nuevamente con la calculadora, consideró que esto no podía ser porque es discriminatorio, un pobre no podía pagar la multa, pero un rico sí la podía pagar. Ante tan difícil situación se opta por la solución intermedia, se mantiene la sanción, pero quedan excluidos los extranjeros. Aunque más discriminatorio, suena extraordinario, pero ¿no fue una ex presidente que dijo que migrar era un derecho humano? Hombre qué complicación, no se encuentra solución a menos que estemos dispuestos a terminar en la Corte Internacional de Derechos Humanos.
Pobre de J.J. Rousseau que escribió que todo acto auténtico de la voluntad general, obliga a favorecer igualmente a todos los ciudadanos. Otros tiempos, no inclusivos.
Immanuel Kant
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